A veces, lo que perdemos encuentra el camino de vuelta a casa.
Yorkshire, norte de Inglaterra, 1786.
Heathcliff, el hijo abandonado de un navegante de la India, ha sido considerado un forastero casi toda su vida. Ahora está abocado a una existencia que le resulta ajena en los páramos de Yorkshire, donde se aferra al idioma de su padre, aunque los niños de la casa lo llamen «animal» y las criadas aseguren que sus expresiones son un galimatías.
Catherine es la hija menor del propietario de la finca; una joven de cuya madre nadie habla. Su padre la está preparando para que se abra paso en la sociedad, y eso es todo cuanto importa. Catherine sabe que debe convertirse en una mujer hermosa, buena y casadera, aunque eso destruya su espíritu.
Mientras buscan refugio en los páramos para escapar de los juicios ajenos y recordar el idioma de la familia que no han llegado a conocer, Catherine y Heathcliff encuentran consuelo el uno en el otro. En el fondo de sus almas, sienten que son iguales.
Pero cuando el padre de Catherine fallece y la familia empieza a tratara Heathcliff con más crueldad, la relación entre ambos se tensa y amenaza con desmoronarse.
Porque ¿cómo podrían llegar a estar juntos si amarse (y, de hecho, amarse a sí mismos) sería como lanzarse a una vida de pobreza y muerte?